Cuando una persona intenta definir sus ideas y su personalidad, suele encontrarse con un diálogo interior contradictorio:
· Por un lado, sabe perfectamente lo que desea para su vida, conoce sus gustos, inclinaciones y cómo prefiere vivir.
· Por otro, desea hacer coincidir esas preferencias y ese modo de ser
con lo socialmente aceptado, para no sentirse marginal ni marginada en
ningún ámbito de la vida.
Pero ambas cosas no parecen siempre fáciles. Los prejuicios- propios o
ajenos- frente a las opciones personales pueden generar serias dudas y
confusión en cómo comportarse en algunos ámbitos sociales.
Esas dos voces interiores, mentales, llevan a crear un conflicto
entre los propios pensamientos. Para solucionarlo, se necesita aclarar
la mente y reafirmar la autoestima. ¿Cómo conseguirlo? Vamos a verlo.
¿Quién eres?
La autoestima
consiste en valorar aquello de una misma que pensamos que más nos
destaca positivamente; las mejores habilidades que la persona posee, lo
que es destacable en sus rasgos, carácter, capacidades o valores éticos
adquiridos. En definitiva, es saber ver que cada persona tenemos algo
positivo que nos hace valorables para nosotras mismas y para los demás. Y
esas características personales nos hacen sentir que queremos ser de
determinada manera, porque así lo sentimos.
Pero, a veces, esa manera de ser pudiera chocar con lo establecido,
con lo que se espera de cada uno o con lo que pensamos que los demás
piensan o demandan de nosotros. Así que reprimimos la propia
personalidad, la propia orientación moral, sexual o de identidad que
creemos en conflicto con el exterior.
Ese es el modo de perder nuestra esencia, de confundirnos y no ser felices.
¿Ser tú misma o ser “normal”?
Una pregunta muy similar a la del enunciado le formulaba su madre
adoptiva a la escritora británica Jeanette Winkerson, al conocer la
orientación homosexual de ésta. Jeanette- de quién pronto presentaremos
aquí su nuevo libro- escogió ser feliz, es decir, ser ella misma, aunque
le costó innumerables esfuerzos y empleo de tiempo. Superar la adversidad contribuye también al desarrollo personal.
Pero, en realidad, ser feliz se reduce a eso: a conseguir concordar
cómo se desea ser con cómo se es habitualmente, dejando al margen el
“qué pensarán”, “qué dirán” o supuestas “normalidades” que no responden
más que a prejuicios o estereotipos falsos y caducos.
Todos tenemos cualidades que nos hacen “diferentes” frente a los
demás. No todas esas cualidades son aceptadas, o parecen positivas al
resto del entorno. Hay personas que, aun reconociendo su orientación
lésbica o gay y sintiéndose satisfechas y orgullosas de ser
homosexuales, se sienten incómodas por su “diferencia” en algunos
círculos sociales. Esa inseguridad -que solo está en su mente, en
principio- va creando dudas y recelos sobre sí misma y sobre las demás
personas, de quienes teme rechazo o incomprensión. Una autoestima firme
ni siquiera se plantearía esas dudas, sino que se limitaría a mostrar a
la persona como es, dejando al margen los juicios o preferencias de los
demás.
Un heterosexual no tiene porqué ocultar su orientación sexual para
conseguir empleo, dedicarse a una actividad o presentarse en una reunión
social, ¿verdad?; pues los homosexuales deben sentirse igualmente en su
derecho y libertad
de hacer lo mismo, sin sentirse cohibidos o marginados. Su comodidad
dependerá más de su propia estima que de la reacción de los demás pero,
aun cuando se perciba desagrado por la diferencia en ciertas personas,
eso no debería hacer que un o una homosexual se sintiera inferior, si su
autoestima y sus ideas están claramente afirmadas.
Bellísimas por fuera y por dentro
Las diferencias que a menudo están poco aceptadas
en algunas sociedades, por tradición, ideas desfasadas o culturas
arraigadas, suelen ser, sin embargo, rasgos personales que en nada
perjudican a los demás, ni en realidad importan para relacionarse
satisfactoriamente. El aspecto físico, los defectos o minusvalías, el
modo de vestir, el nivel académico o profesional, alguna fobia o,
incluso, la orientación sexual, o las preferencias religiosas o
políticas; cualquier cosa puede hacernos sentir distintos a los demás, e
incapaces de integrarnos en determinados grupos de personas. Ahí es
donde podemos comprender que nuestra autoestima flaquea, y que depende
de nosotros preguntarnos: “¿porqué me siento diferente, por lo que
piensen ellos o por lo que pienso yo?”.
Muchas personas con complejos y baja autoestima lo son porque se
muestran demasiado autocríticas consigo mismas. Conocerse más significa
quererse más y, solo queriéndose a sí misma, la persona se dará cuenta
de que tiene cosas maravillosas que valorar y que ofrecer a los demás.
Todos las tenemos, es esa voz que crea barreras imaginarias la que nos
impide valorarnos y mostrar lo mucho que valemos.
3 comentarios:
Me encanta la publicación, las palabras que usa y ese positivismo que cada una de nosotras puede desarrollar desde adentro, muchas gracias por el blog, ahora puedo levantar la mirada...
Gracias mi hermosa :-)
un poco tarde desde el 2018 :/ pero pareces mejor psicóloga que otros, que solo rayan en el escepticismo intelectualoide ...en cambio tu hablas con frescura, con honestidad y auto introspectiva,osea, mirarte desde adentro... saludos!!!soy tu seguidora ahora XD
Publicar un comentario